Era una nueva experiencia para ella. A su vida no le faltaban emociones, más bien todo lo contrario, pero esta vez prometía ser diferente. Hacía años que se conocían y sin embargo razones de diferente índole habían impedido que entre ellos pasara algo más que miradas furtivas y sonrisas robadas. Esta vez, no iban a permitirlo, el tiempo era el correcto, ninguno tenía ningún compromiso más que el mutuo y el deseo de usufructuar esta oportunidad única no volvería a escapárseles entre los dedos.
La primera impresión fue algo arruinada por los nervios, por la necesidad de hacer que el otro se sintiera a gusto. De a poco se fueron soltando, y pudieron disfrutar a pleno del encuentro. La íntima atmósfera compartida ya dejaba atrás los antiguos desencuentros, y los roces subían la temperatura de la habitación como si un volcán de sentimientos reprimidos hubiera explotado repentinamente.
Él la miró con cara cómplice, sabiendo cuál era el próximo paso; ella, algo avergonzada y un poco temerosa contestó con una sonrisa a medias. Él insistió.
- Ay, no puedo tocarlo.
- Sí, puede tocar, puede.
- Nunca un Papa me había besado...
Tía.........................................
Qué talco, Presi.
Me parece que te estás yendo un poquito a la mierda.
Uf, Crist, imaginate que algo del Papa tengo que poner. La otra vez me dijeron que tomaba el Sarmiento y me agarró un ataque de indiferencia increíble.
¿Y esto tenía que ser? Esto.
Técnicamente, no hice nada malo.
...
Y era muy tentador, no me digas que nyet.
...
Papina, jijijijijijijijiji.
Te odio.