Subo por una ladera empinada, pero sólo cuando llego a la cima, me entero que se trata del Everest. Arriba hay una fiesta, hay gente que baila y otros que me hablan, no les entiendo lo que dicen. Me hacen alguna pregunta, o eso es lo que supongo, no sé que contestar. Me uno a ellos y seguimos la fiesta por un rato. Nadie tiene arneses, ni ropa adecuada, ni siquiera sentimos el frío. Pero evidentemente hace frío, aunque no lo sienta, y la nieve se derrite en mi espalda y en mi cara. El viento la seca.