Y entonces entrás al subte.
Con una bolsa.
Dentro de la bolsa tres mandarinas.
Tres.
Mandarinas.
Y te das cuenta que no sos vos.
Sos otra.
Sos otra que creó la sociedad.
Esa misma que odias, uy, que borderline que sos.
O eras.
¿No?
Y encima te sentís una grosa.
"Por dos pesos tengo tres mandarinas".
"Mirá a estos losers que por dos pesos no compran ni un chocolatín hidrogenado de Arcor."
"Ja."
No te crees mucho lo que decís.
Aunque lo repitas.
Una y otra vez.
Y de repente caes en la cuenta.
Vos no estás haciendo dieta.
La dieta te está haciendo a vos.
La dieta te consume por dentro, alimenta tu hambre devorando con apetito voraz tu individualidad de consumidor feliz.
Ella te destroza, te vacía, te ahueca lentamente mientras crees estar tomando una decisión que ella ya tomó hace tiempo por vos.
Un alfajor, una galletita, ahora te dan asco.
Sólo querés tu mandarina.
Una.
Las otras dos las comes otro día.
Por hoy ya comiste demasiada fruta.
¿Te escuchas?
¿O ella ya aniquiló tu audición?
¿Límite de frutas?
¿De frutas?
"Sí." te decís.
Y seguís caminando, exhausta, a la salida del subte.
Mezclado entre gente con panchos.
Con papas fritas.
Con asados.
"¿Por la calle?"
Sí.
Podía pasar que alucines.
Y pasó.
"¿Cómo llegué a este punto?" tratás de analizar.
Pero no podés.
En lugar de eso, comés otro gajo de mandarina.
La misma que tenés desde que subiste al subte.
Y aun te queda media por comer.
"Tiene que durar 40 minutos más" te decís.
"Que grosa soy, con 0,66 pesos comí todo el viaje desde Plaza de Mayo a Ciudadela"
"Ja."
Y una lágrima recorre tu mejilla.
Pero no recordás por qué llorás.
Te secás la lágrima y pensás que es una gota de agua.
Aunque no llueva.
A ese límite llegaste.
No conforme, vas por más.
Comés otro gajo de mandarina.
Cambiaste grasas por fructosa.
Carne por verduras.
Y ese cambio se nota en tu cuerpo.
Coménzas a verte mejor.
No te cansás.
"Ahora soy más sana." decís, contenta.
Tenés la sangre más liviana.
Y dulce.
Pero la piel más áspera.
"Eso es malo, ves."
No te preocupas.
Comés otro gajo de mandarina.
"Ja. Ahora los panchos con papas están a 60 dólares. Y yo con mis 2 pesitos me alimento sanamente."
"Grosa."
"Aguante el billetín mitrista."
Y de repente notás más cambios en vos.
Tomás más agua.
Y te gusta el sol.
"¡El sol!"
La dieta ya se cansó de vos, no dejó nada.
Quienes te conocían, hoy recuerdan tu memoria.
Te acomodan en la mesa.
Te observan.
Lloran un poco y de a ratos.
Ya se acostumbraron a verte así.
Inmóvil.
Serena.
Tranquila.
Podía pasar que te conviertieras en un ananá.
Y pasó.
Con una bolsa.
Dentro de la bolsa tres mandarinas.
Tres.
Mandarinas.
Y te das cuenta que no sos vos.
Sos otra.
Sos otra que creó la sociedad.
Esa misma que odias, uy, que borderline que sos.
O eras.
¿No?
Y encima te sentís una grosa.
"Por dos pesos tengo tres mandarinas".
"Mirá a estos losers que por dos pesos no compran ni un chocolatín hidrogenado de Arcor."
"Ja."
No te crees mucho lo que decís.
Aunque lo repitas.
Una y otra vez.
Y de repente caes en la cuenta.
Vos no estás haciendo dieta.
La dieta te está haciendo a vos.
La dieta te consume por dentro, alimenta tu hambre devorando con apetito voraz tu individualidad de consumidor feliz.
Ella te destroza, te vacía, te ahueca lentamente mientras crees estar tomando una decisión que ella ya tomó hace tiempo por vos.
Un alfajor, una galletita, ahora te dan asco.
Sólo querés tu mandarina.
Una.
Las otras dos las comes otro día.
Por hoy ya comiste demasiada fruta.
¿Te escuchas?
¿O ella ya aniquiló tu audición?
¿Límite de frutas?
¿De frutas?
"Sí." te decís.
Y seguís caminando, exhausta, a la salida del subte.
Mezclado entre gente con panchos.
Con papas fritas.
Con asados.
"¿Por la calle?"
Sí.
Podía pasar que alucines.
Y pasó.
"¿Cómo llegué a este punto?" tratás de analizar.
Pero no podés.
En lugar de eso, comés otro gajo de mandarina.
La misma que tenés desde que subiste al subte.
Y aun te queda media por comer.
"Tiene que durar 40 minutos más" te decís.
"Que grosa soy, con 0,66 pesos comí todo el viaje desde Plaza de Mayo a Ciudadela"
"Ja."
Y una lágrima recorre tu mejilla.
Pero no recordás por qué llorás.
Te secás la lágrima y pensás que es una gota de agua.
Aunque no llueva.
A ese límite llegaste.
No conforme, vas por más.
Comés otro gajo de mandarina.
Cambiaste grasas por fructosa.
Carne por verduras.
Y ese cambio se nota en tu cuerpo.
Coménzas a verte mejor.
No te cansás.
"Ahora soy más sana." decís, contenta.
Tenés la sangre más liviana.
Y dulce.
Pero la piel más áspera.
"Eso es malo, ves."
No te preocupas.
Comés otro gajo de mandarina.
"Ja. Ahora los panchos con papas están a 60 dólares. Y yo con mis 2 pesitos me alimento sanamente."
"Grosa."
"Aguante el billetín mitrista."
Y de repente notás más cambios en vos.
Tomás más agua.
Y te gusta el sol.
"¡El sol!"
La dieta ya se cansó de vos, no dejó nada.
Quienes te conocían, hoy recuerdan tu memoria.
Te acomodan en la mesa.
Te observan.
Lloran un poco y de a ratos.
Ya se acostumbraron a verte así.
Inmóvil.
Serena.
Tranquila.
Podía pasar que te conviertieras en un ananá.
Y pasó.
16 comentarios:
¡Im-pre-sio-nan-te!
Geniaaaaaaaaaaaaaaaaaaal!!!
(ya sabía que iba a pasar esto :P ;))
Te zarpaste!!! GENIAL!!
Eh... sí... las mandarinas tenían otra sustancia, no?
A mí me gusta comer mandarinas. A veces, llevo a la escuela. JA! JA! (??)
Me encanto como esta escrito esto. Tanto que te lo voy a robar para escribir algo mio otro dia (entiendase por robar lo que en la tele argentina se conoce como homenajear)
Knox
y en holywood, knox y en holywood
ya lo dijo el gordo segura: "no es una imitación, es un homenaje" ;)
Knoxville está queriendo decir que te va a hacer un blog tributo.
Las mandarinas no son top, dejan baranda, Tía!
Está a dieta??? :O :O :O
Nunca pensado q a ella la atrape el sistema!!! jajaja!
Probá con las peras, Cosa :)
Besito!!!
Qe gorsso! un blog tributo! como Sabina! ;) :)
lo unico bueno de las mandarinas son el color naranja... XP
mente, mente, mente, mente, mente, menteeeeee...
"La dieta excesiva es mala para la salud" (Es un mensaje del sindicato de gastronómicos :P "Los gastronómicos/ los gastronooomicooos"
hjahajahjaja MUY BUENO!
MUY BUENO Tía!
Me recuerda a los pensamientos de la chica anoréxica que fui una vez (nada de anorexia cool, no señor: anorexia y sin un mango).
Ojalá tuviera el talento para expresar lo bueno que está tu post.
Ah!... soy Vieja de Hermana y Ratón
Duele, pero tu pluma no miente.
Fue tan en primer persona que ojalá nunca te pase algo que raye lo semejante...
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